Leer y escribir para aprender:
Textos que reflejan el trabajo de un aula donde se lee para aprender y se escribe para mostrar lo aprendido.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Ciencias Naturales 1° año: relato de experiencia en el Laboratorio

El siguiente es el relato de  trabajos prácticos realizados en el laboratorio por los alumnos de 1° año, en la asignatura Ciencias Naturales.





    El martes, la profesora de Ciencias naturales,  Marta, nos llevó al laboratorio, donde nos esperaba la profesora Marina Catalano. Allí nos planteó un trabajo práctico para experimentar los métodos de separación de sistemas materiales.
    En un primer momento nos reunieron en grupos de cuatro o cinco personas y entregaron a una mitad de los grupos la mezcla I que constaba de agua,clavos,sal y aceite; y a la otra mitad, una mezcla de sulfato de cobre,arena y agua. También nos entregaron una hoja donde se encontraban escritos los métodos de separación de ambas mezclas y las herramientas de trabajo.

Separación de la mezcla I: 



    En primer lugar, había que separar los clavos con un imán. Este procedimiento utiliza la propiedad del magnetismo.

    El segundo paso consistió en la separación del agua y del aceite por el proceso de decantación.
    El tercer paso consistió en la separación del agua y de la sal disuelta en ella por el proceso de cristalización. Colocamos una fracción de la mezcla homogénea (agua + sal) en un recipiente que calentamos. El resultado fue que el agua se evaporó y la sal quedó en el recipiente.


Separación de la mezcla II :


La primera acción fue filtrar la mezcla para separar la arena. Luego colocamos una fracción de la mezcla homogénea ( agua + sulfato de cobre) en un recipiente que calentamos. Observamos que, por el proceso de cristalización), el agua se evaporó y el sulfato de cobre quedó depositado en el recipiente.

martes, 29 de septiembre de 2015

Escribir como lector: la picaresca


Tratado II




Una vez que me decidí por dejar al ciego,  dejé atrás mi vida en la ciudad también. Tras varios días de caminar sin rumbo alguno, llegué a la plaza de una ciudad. Decidí por descansar allí  y empezar a pedirle a la gente por comida  y vino pero  apenas logré un par de migajas.
Tras una calurosa tarde, ya cuando atardecía, un guardia de un miembro de la familia real se acercó a mí, y cuando pensé que el me iba a ofrecer comida simplemente me dijo:
-Si te quedas aquí a la noche te consideraré una amenaza para mi amo y tendré que echarte de este lugar.
-No tengo dónde quedarme- respondí. -Soy muy joven para valerme por mí mismo, no tengo dónde ir.
Tras una larga charla le conté mi historia y él decidió ser mi nuevo amo, prometiendo únicamente darme un lugar donde dormir.
Al principio yo vigilé con el y veía que si teníamos una buena jornada de trabajo, y si veían que nos concentrábamos, nos daban las sobras de su comida. El guardia y yo nos repartíamos las deliciosas sobras y el poco de vino en partes iguales. Además, nos dimos cuenta de que si nos turnábamos trabajábamos menos. Yo, casi siempre, trabajaba de noche mientras que el guardia dormía. De día, el guardia vigilaba mientras que yo dormía.
Todo parecía ir bien, pero con el paso de las semanas la comida empezó a escasear, al menos para mí. Yo notaba como todos a mi alrededor se mantenían sanos y saludables y yo más desnutrido.
Una gélida noche de invierno, mientras vigilaba, vi como mi Señora, la prima del rey, se escabullía hacia mi morada, donde mi amo, el guardia, supuestamente dormía. Yo, en desesperación por el hambre que tenía y al ver la deliciosa pata de cerdo que llevaba bajo sus brazos, decidí seguirla. Lo que pude ver fue impactante: toda la comida escondida en el escondite del guardia y la prima junto mi amo en una escena de adulterio.
-Te ofreceremos lo que quieras a cambio de que no digas ninguna palabra- dijeron en simultáneo
Fue en ese momento cuando vi una muy buena oportunidad de vengarme del guardia por el hambre que me había hecho pasar.

A la mañana siguiente me marché de la ciudad con comida, vino y además le dejé una carta al cónyuge de mi Señora para que el guardia recibiera el merecido castigo.


Nicolás Waltersdorf

lunes, 28 de septiembre de 2015

Escribir como lector: la picaresca



Tratado II

Luego de escapar de la crueldad del ciego, comencé a viajar hasta el  pueblo más cercano en busca de alguien nuevo para cuidar de mí y a quien yo pudiera  servir. Después de caminar por varias horas, alcancé un pueblo y me senté en la calle para pedir comida.
Al día siguiente, un hombre se acercó y me dijo:
- Te gustaría trabajar para mí, necesito alguien joven para  hacerlo mi aprendiz.
- ¿Y cuál es ese trabajo?- pregunté yo, curioso de lo que tendría que hacer.
- Yo soy un artista- dijo el hombre, sonaba orgulloso de su profesión.- viajo por el mundo pintando retratos y paisajes y vendiéndolos en los pueblos.
-¿Y que tendría que hacer yo exactamente?- pregunte.
-Necesito alguien que cuide de mis pinturas y mi caballo mientras estoy en los pueblos.
Considerando mi posición actual y el gruñido de mí estomago, acepté su oferta con gusto. El hombre me guió a su caballo, en el cual se subió y me dijo que lo siguiera, ya que íbamos a pasar el día en la ciudad porque el tenía un retrato que terminar y nos iríamos al siguiente pueblo en la mañana.
A la noche en una posada a las orillas del pueblo, el pintor estaba preparándose para comer. La posada era un lugar sucio pero la gente parecía agradarle a pesar de esto, se escuchaban gritos y risas y había mucha gente caminando entre las mesas. Él me ordenó que fuera a buscar su comida y una copa de vino. En el camino de vuelta con la comida, un hombre me empujó al pasar cerca de mí y derramé la copa y la comida en el piso.
 A penado busqué a mi amo con la mirada, y lo encontré. Enojado  arrojó una silla en mi dirección. La silla se rompió contra mi débil y hambriento cuerpo. Cuando el dolor se calmó, me levanté para encontrarme con el pintor enfrente de mí.
-¡Eso es lo que te pasa cuando no haces lo que te digo!- el gritó- cada vez que no hagas lo que te diga te daré una lección como esta.
Me quedé sentado a su lado mientras él buscaba su comida , esta vez por su cuenta. Él me dejó comer las migas de pan que había a su lado en el piso y un hueso después de que  terminó de comer.
Después de cenar,  me dijo que me quedara con el caballo y cuidara de sus cosas por la noche en el establo mientras que él subía  a  la posada para descansar.
Al entrar en el establo me acosté a un lado de caballo entre el heno, y  cerré mis ojos. En el medio de la noche el pintor volvió borracho,  trató de subir al caballo. Tiró al suelo las pinturas y se arruinó la mayoría de ellas. Miré en la dirección del caballo y descubrí al pintor desmayado . Me aproveché de su estado  para robar un poco de dinero de sus bolsillos, para comprarme un pedazo de pan y un poco de agua, mientras lo llevaba de vuelta a su habitación, con el caballo que parecía odiar el olor a alcohol de su dueño, resoplando mientras caminaba junto a mí.
En la mañana le llevé las pinturas al pintor y le expliqué lo que había pasado la noche anterior.
-Eso es imposible- dijo él, seguro de sí mismo- me desperté en mi cuarto esta mañana, Tú eres que el que no cuidó mis pinturas y tratas de culparme, esta es la segundo vez que me desobedeces y espero que sea la última.
Luego de decir eso,  me arrojó a través de la ventana de la posada hacia el espacio entre la posada y el establo. Agarrándome del pelo, el me llevó al lado de su caballo y me dijo que yo llevaría todo lo que el caballo estaba cargando mientras el cabalgaba junto a mí hacia el siguiente pueblo mientras que el cantaba y me contaba como debía respetarlo por la oportunidad que me dio de ser su aprendiz, aunque no me había enseñado nada más que la cantidad máxima que yo podía comer y beber, que no era suficiente para calmar mi estomago.
Llevábamos viajando juntos una semana ya, cada noche él volvía borracho y a la mañana siguiente me castigaba. Él me enseñó a identificar qué gente es más fácil de estafar con pinturas que no son muy parecidas a ellos, ya que él no pinta a sus clientes, sino que compra retratos y lo revende a otras personas, a veces retocándolos para que no descubran el engaño. Él los convencía  de que terminaría el retrato en uno o dos días y le revendía el retrato de otra persona, ganando más dinero del que había gastado.
El día que descubrí que  nunca más podría ser mi maestro fue  el día en que un duque se le acercó con una bolsa con monedas de plata y pidió un retrato de sí mismo. Luego de que el artista aceptara el trato del duque y que él se retirara con sus guardias, yo le pregunté:
-¿Por qué aceptaste el pedido si no tenemos el retrato de alguien que se parezca al duque y tú no tienes talento como pintor?
-Por eso, tú irás  a buscar el retrato de alguien que se parezca mientras que yo finjo pintar ya que algunos de sus guardias se quedaron a vigilarme.
Acepté sus órdenes pero luego de unas horas, me rendí y volví. No lo encontré en la posada. Cuando le pregunté al dueño del lugar, este me dijo que unos guardias se lo llevaron al duque.
Al encontrarlo le dije:
-No encontré el cuadro que necesitábamos.
-No importa, este es el día que mostraré mi talento como pintor al mundo así que no te castigaré, estoy seguro de  que el retrato que pinté hará feliz al duque.
            Yo sabía que él no tenía talento alguno como pintor, así que sucedió lo que me esperaba. Al entregar la pintura, el duque no quedó satisfecho y lo mandó al calabozo por su incompetencia y yo quedé sin un amo otra vez.


 Germán Crisci

domingo, 27 de septiembre de 2015

Escribir como lector: la picaresca




Cómo Lázaro sirvió en la casa Jerez y cómo de ahí huyó.



    El poblado de Torrijos era más pequeño, más lleno de gente noble y de alcurnia. Me pareció un perfecto lugar para conseguir buena comida, mi mente iba tras mi estómago, solo pensaba en una rica y abundante cena. Caminando por lo que parecía el camino principal del pueblo, me encontré con un aroma exquisito. Seguí con mi olfato ese delicioso y penetrante olor, lo que me llevó a una de las casas cercanas. Me acerqué y miré hacia adentro por la ventana. Sentados en la mesa estaban, los integrantes de una de las familias más ricas de la zona. El hombre, su mujer y sus dos hijas esperaban ansiosamente como yo, que lo que estaba emanando ese precioso aroma llegase a la mesa. Finalmente lo trajo la servidumbre. Entre las manos, cubiertas para no quemarse con la temperatura de la olla, lo traía una señorita, un guisado que podría haber alimentado a veinte.
   Sin pensarlo corrí hasta la puerta de la casa y golpeé fuerte, Me abrió la misma señorita que había traído la olla.
-Es un niño, señor –gritó, para que la escuche su amo- ¿lo hago pasar?
-¡Que venga! – se escuchó responder al señor.
Mirándome la sirvienta me dijo:
-Sígame, por favor.
No hice más que asentir y acatar su orden.Adentro, el hombre me puso cara a cara con él y viéndome fijo con su único ojo, dijo:
-¿Qué es lo que pretendes niño?
-Tengo mucha hambre y frío señor- respondí y continué- sea piadoso, por favor.
Lo pensó unos instantes y sin sacarme la mirada de encima, preguntó:
-¿Qué estáis dispuesto a hacer por un plato de comida caliente y un lugar para pasar las noches?
-Lo que sea señor- dije y tragué saliva.
-Perfecto, espléndido.
    Para la semana siguiente ya estaba sentado en la casa de la familia Jerez. Todos los días recibía comida y todas las noches tenía donde dormir, siempre y cuando hiciese los trabajos que me correspondían. Limpiaba, barría, vigilaba la puerta si mis amos salían, cargaba los víveres y las compras de la señora, cuidaba a la enferma madre del señor Jerez, entre otras cosas. No estaba mal, pero el trato de mis amos para conmigo es cada vez peor. Golpes, gritos, amenazas; dentro se mí nació y comenzó a crecer un odio irreprimible que me llevó a querer vengarme.
    Hablé con mi compañera, la señorita que servía el día que llegue a la casa. Me contó que ese mismo jueves serviríamos cerdo para cenar e iban a traer el cerdo vivo para que el cocinero lo sacrifique y lo cocine. Mi plan era simple, se trataba de una simple broma para molestar a mi amo y luego largarme de ahí. Tramaba soltar al cerdo, cubierto de lodo y aceite por toda la casa. Había hablado ya con el cocinero que me dijo que el iba a actuar desconcertado ante la situación; le dije que no había ningún problema con eso. Solo faltaba esperar hasta el jueves.
    El día llegó, el cerdo también. Lo llevé a un apartado de la cocina, lo embarré, lo aceité y lo dejé listo para cuando llegase mi amo. Pasaron los minutos hasta que escuché abrirse la puerta, era él. Calenté un fierro, abrí la cerca de las vallas que rodeaban al animal y lo llevé a la sala. Frente a mi amo y con el cerdo ahí, exclamé:
-¡Aquí tengo uno casi tan cerdo como tú, hijueputa!- y hundí el fierro al rojo vivo en el trasero del animal.
Junto con el marrano salí corriendo, pero a diferencia de él, salté y escapé por la ventana mientras escuchaba las blasfemias de mi antiguo amo.     Hui de la casa y del pueblo y me dirigí hacia el norte, camino a un poblado vecino llamado Maqueda, me esperaba ahí lo que el destino me deparase.


Carlos L.Chaves

jueves, 24 de septiembre de 2015

Escribir como lector: la picaresca


La novela picaresca

     Los últimos años del siglo XV y durante el siglo XVI, período caracterizado por los avances científicos, el crecimiento del capitalismo y todo lo que este conlleva (surgimiento de la burguesía, pensamientos individualistas) definieron nuevas formas de pensar del hombre con respecto a sí mismo. La novela picaresca surge en 1554 con la publicación de Vida de Lázaro de Tormes, de sus fortunas y adversidades, y se caracteriza por contar las aventuras de su protagonista ,el pícaro,y cómo este  pasa de amo en amo, en  su lucha por  sobrevivir. Este tipo de novelas toma forma autobiográfica y construye una crítica y sátira social, en la que, a través del pícaro,  vemos representados los problemas que afectan a las nuevas sociedades. 

    A partir de la lectura  del primer tratado de El lazarillo de Tormes  se nos propuso como actividad de escritura la redacción de un segundo tratado. Este nuevo texto debía mantener  las características del género y podía presentarse como una continuación del primero que concluye con el abandono de Lázaro de su amo, el ciego, a causa del maltrato o bien, ser la trasposición de la historia a la actualidad. 

Santiago Gliosca





     Al llegar a Torrijos, supe que debía encontrar alguna forma de conseguir comida, y un lugar para pasar la noche. Paseándome por el pueblo, cerca del mercado, noté a un misterioso hombre con una larga capa debajo de la cual parecía esconder algo. Quedé intrigado por su extraño comportamiento, cuando lo vi parado al lado de un cajón de papas, así que me quedé observándolo. Cuando el vendedor distrajo la vista, con un rápido ademan, sacó de debajo de la capa una bola de lo que parecían ser hojas u otras hierbas cubiertas con barro, que asemejaban la forma de una papa. Sin que el comerciante lo notara, intercambió una de las papas por este bulto cubierto de barro. Fue entonces cuando pensé que si ese misterioso hombre podía conseguir comida tan fácilmente, era a quien debía acudir para satisfacer mi hambre.
    Lo seguí hasta lo que parecía su casa y conseguí hablarle, pero no conseguí la respuesta que esperaba. Lo que me ofrecía este hombre no era una tutoría similar a la del ciego, en la que él me daba alimento, aunque sea en cantidades minúsculas, sino que esperaba de mí, la misma ayuda que venía buscando. Yo, ya no era un niño para que estén cuidando de mí, sino que debía también practicar sus ingeniosas hazañas, también conocidas como “robar”, para conseguir alimento. Ambos debíamos hacerlo por ambos. Dudé al principio, pero luego pensé “después de lo que pasó con el ciego, lo tengo muy claro, lo más importante es sobrevivir”, por lo que no me importaba cometer algunos delitos para lograrlo.
De esta forma, me quedé viviendo en su casa, y ambos salíamos a ingeniárnosla para sobrevivir. Entre los distintos robos, algunos pequeños y otros de mayor escala, comencé a notar que nuestras “ganancias compartidas” eran menores, el alimento cada vez nos rendía menos. Y fue entonces cuando noté las intenciones de este ladrón.
    Un día, noté a un hombre caminando con una bolsa similar a la que utilizaba el ciego para guardar la comida, y me propuse obtenerla, esperando dentro algo para alimentarnos. Conseguí obtener la bolsa completa, realizando un pequeño corte en la cuerda que la sostenía su cintura. Luego de robarla, siguiendo los pasos de mi antiguo amo, revisé y memoricé todo su contenido antes de entregársela a mi compañero. Luego de unos momentos, éste me devolvió la bolsa diciendo “ahí dentro está tu parte”. De los cinco trozos de pan que había contado en la bolsa, solo había uno pequeño, acompañado de unas cuantas migas. Ignorando completamente mis quejas, sostenía que siempre repartía las ganancias de forma equitativa, y que era yo quien estaba queriendo robarle a él, robando comida antes de entregarle la bolsa.
Casos similares se repitieron en otras ocasiones, y mi enojo hacia el ladrón iba aumentando. Su avaricia lo había llevado a traicionar nuestro acuerdo, pero era de esperarse de un hombre como él. Tanto era el enojo hacia mi compañero, si podía llamarlo así, que a la primera oportunidad que tuve, efectué mi venganza.
Habíamos planeado un robo a una caravana que llevaba sacos de grano de la ciudad al molino cercano. El plan era sencillo, mientras uno de nosotros causaba alboroto cerca del camino para obligar a los conductores a abandonar el carro, el otro subía a uno de los carros y obtenía la carga. Obviamente, el trabajo de causar el alboroto se me encargó a mí, de forma que no pudiera ni acercarme a la carga hasta que no la tuviéramos en nuestra posesión.
    Cuando llegó el momento de actuar, sabía que debía ingeniármelas para conseguir vengarme de este ladrón. Obviamente, el carro más fácil de robar, era el último de la caravana, ya que es el menos notable para el resto de los carros. La estrategia era la siguiente. Él se adelantaría al último carro, manteniéndose siempre entre éste y el penúltimo, esperando mi distracción, para tomarlo. Cuando me dirigía hacia el carro, pasé por detrás sigilosamente y corté las cuerdas que aferraban la carga, y seguí con el plan, creando la distracción. Solamente tuve que lanzar un par de piedras a los conductores para lograr que abandonaran el carro y comenzaran a perseguirme hacia los árboles.
    Pude perderlos rápidamente y volví hacia donde se encontraba el carro. Al verme, mi “compañero”  salió con el carro a toda velocidad, en un intento de obtener todo el alimento para él. Tan velozmente se alejó que no prestó atención a la carga, que no estaba aferrada al carro  e iba tirando por el camino.
Así fue como logré engañar al ladrón, y tomé como mi último delito, uno de los sacos de grano que cayeron en el camino, y emprendí el regreso a Torrijos, donde debía comenzar a buscar otra forma de sobrevivir. Una forma que no requiera robar o engañar para hacerlo, o al menos no en la medida en la que lo estaba haciendo.

Santiago Gliosca