Tratado II
Luego
de escapar de la crueldad del ciego, comencé a viajar hasta el pueblo
más cercano en busca de alguien nuevo para cuidar de mí y a quien yo pudiera servir.
Después de caminar por varias horas, alcancé un pueblo y me senté en la calle
para pedir comida.
Al
día siguiente, un hombre se acercó y me dijo:
- Te
gustaría trabajar para mí, necesito alguien joven para hacerlo mi aprendiz.
- ¿Y
cuál es ese trabajo?- pregunté yo, curioso de lo que tendría que hacer.
- Yo soy
un artista- dijo el hombre, sonaba orgulloso de su profesión.- viajo por el
mundo pintando retratos y paisajes y vendiéndolos en los pueblos.
-¿Y que
tendría que hacer yo exactamente?- pregunte.
-Necesito
alguien que cuide de mis pinturas y mi caballo mientras estoy en los pueblos.
Considerando
mi posición actual y el gruñido de mí estomago, acepté su oferta con gusto. El
hombre me guió a su caballo, en el cual se subió y me dijo que lo siguiera, ya
que íbamos a pasar el día en la ciudad porque el tenía un retrato que terminar
y nos iríamos al siguiente pueblo en la mañana.
A
la noche en una posada a las orillas del pueblo, el pintor estaba preparándose
para comer. La posada era un lugar sucio pero la gente parecía agradarle a
pesar de esto, se escuchaban gritos y risas y había mucha gente caminando entre
las mesas. Él me ordenó que fuera a buscar su comida y una copa de vino. En el
camino de vuelta con la comida, un hombre me empujó al pasar cerca de mí y
derramé la copa y la comida en el piso.
A penado busqué a mi amo con la mirada, y lo encontré. Enojado arrojó una silla en mi dirección. La
silla se rompió contra mi débil y hambriento cuerpo. Cuando el dolor se calmó,
me levanté para encontrarme con el pintor enfrente de mí.
-¡Eso es
lo que te pasa cuando no haces lo que te digo!- el gritó- cada vez que no hagas
lo que te diga te daré una lección como esta.
Me
quedé sentado a su lado mientras él buscaba su comida , esta vez
por su cuenta. Él me dejó comer las migas de pan que había a su lado en el piso
y un hueso después de que terminó de comer.
Después
de cenar, me dijo que me quedara con el caballo y cuidara de sus cosas por la
noche en el establo mientras que él subía
a la posada para descansar.
Al
entrar en el establo me acosté a un lado de caballo entre el heno, y cerré mis ojos. En el medio de la noche el
pintor volvió borracho, trató de subir al caballo. Tiró al suelo las
pinturas y se arruinó la mayoría de ellas. Miré en la dirección del caballo y
descubrí al pintor desmayado . Me aproveché de su estado para robar un poco de dinero de sus bolsillos, para comprarme un
pedazo de pan y un poco de agua, mientras lo llevaba de vuelta a su habitación,
con el caballo que parecía odiar el olor a alcohol de su dueño, resoplando
mientras caminaba junto a mí.
En
la mañana le llevé las pinturas al pintor y le expliqué lo que había pasado la noche
anterior.
-Eso es
imposible- dijo él, seguro de sí mismo- me desperté en mi cuarto esta mañana, Tú eres que el que no cuidó mis pinturas y tratas de culparme, esta es la
segundo vez que me desobedeces y espero que sea la última.
Luego
de decir eso, me arrojó a través de la ventana de la posada hacia el espacio
entre la posada y el establo. Agarrándome del pelo, el me llevó al lado de su
caballo y me dijo que yo llevaría todo lo que el caballo estaba cargando
mientras el cabalgaba junto a mí hacia el siguiente pueblo mientras que el
cantaba y me contaba como debía respetarlo por la oportunidad que me dio de ser
su aprendiz, aunque no me había enseñado nada más que la cantidad máxima que yo
podía comer y beber, que no era suficiente para calmar mi estomago.
Llevábamos
viajando juntos una semana ya, cada noche él volvía borracho y a la mañana
siguiente me castigaba. Él me enseñó a
identificar qué gente es más fácil de estafar con pinturas que no son muy
parecidas a ellos, ya que él no pinta a sus clientes, sino que compra retratos
y lo revende a otras personas, a veces retocándolos para que no descubran el
engaño. Él los convencía de que terminaría el retrato en uno o dos días y le revendía el retrato de otra persona, ganando más dinero del que había gastado.
El
día que descubrí que nunca más podría ser mi maestro fue el día en que un duque
se le acercó con una bolsa con monedas de plata y pidió un retrato de sí mismo.
Luego de que el artista aceptara el trato del duque y que él se retirara con sus
guardias, yo le pregunté:
-¿Por
qué aceptaste el pedido si no tenemos el retrato de alguien que se parezca al
duque y tú no tienes talento como pintor?
-Por
eso, tú irás a buscar el retrato de alguien que se parezca mientras que yo
finjo pintar ya que algunos de sus guardias se quedaron a vigilarme.
Acepté sus órdenes pero luego de unas horas, me rendí y volví. No lo
encontré en la posada. Cuando le pregunté al dueño del lugar, este me dijo que
unos guardias se lo llevaron al duque.
Al
encontrarlo le dije:
-No
encontré el cuadro que necesitábamos.
-No
importa, este es el día que mostraré mi talento como pintor al mundo así que no
te castigaré, estoy seguro de que el retrato que pinté hará feliz al duque.
Yo sabía que él no tenía talento
alguno como pintor, así que sucedió lo que me esperaba. Al entregar la pintura,
el duque no quedó satisfecho y lo mandó al calabozo por su incompetencia y yo
quedé sin un amo otra vez.
Germán Crisci