Leer y escribir para aprender:
Textos que reflejan el trabajo de un aula donde se lee para aprender y se escribe para mostrar lo aprendido.

martes, 29 de septiembre de 2015

Escribir como lector: la picaresca


Tratado II




Una vez que me decidí por dejar al ciego,  dejé atrás mi vida en la ciudad también. Tras varios días de caminar sin rumbo alguno, llegué a la plaza de una ciudad. Decidí por descansar allí  y empezar a pedirle a la gente por comida  y vino pero  apenas logré un par de migajas.
Tras una calurosa tarde, ya cuando atardecía, un guardia de un miembro de la familia real se acercó a mí, y cuando pensé que el me iba a ofrecer comida simplemente me dijo:
-Si te quedas aquí a la noche te consideraré una amenaza para mi amo y tendré que echarte de este lugar.
-No tengo dónde quedarme- respondí. -Soy muy joven para valerme por mí mismo, no tengo dónde ir.
Tras una larga charla le conté mi historia y él decidió ser mi nuevo amo, prometiendo únicamente darme un lugar donde dormir.
Al principio yo vigilé con el y veía que si teníamos una buena jornada de trabajo, y si veían que nos concentrábamos, nos daban las sobras de su comida. El guardia y yo nos repartíamos las deliciosas sobras y el poco de vino en partes iguales. Además, nos dimos cuenta de que si nos turnábamos trabajábamos menos. Yo, casi siempre, trabajaba de noche mientras que el guardia dormía. De día, el guardia vigilaba mientras que yo dormía.
Todo parecía ir bien, pero con el paso de las semanas la comida empezó a escasear, al menos para mí. Yo notaba como todos a mi alrededor se mantenían sanos y saludables y yo más desnutrido.
Una gélida noche de invierno, mientras vigilaba, vi como mi Señora, la prima del rey, se escabullía hacia mi morada, donde mi amo, el guardia, supuestamente dormía. Yo, en desesperación por el hambre que tenía y al ver la deliciosa pata de cerdo que llevaba bajo sus brazos, decidí seguirla. Lo que pude ver fue impactante: toda la comida escondida en el escondite del guardia y la prima junto mi amo en una escena de adulterio.
-Te ofreceremos lo que quieras a cambio de que no digas ninguna palabra- dijeron en simultáneo
Fue en ese momento cuando vi una muy buena oportunidad de vengarme del guardia por el hambre que me había hecho pasar.

A la mañana siguiente me marché de la ciudad con comida, vino y además le dejé una carta al cónyuge de mi Señora para que el guardia recibiera el merecido castigo.


Nicolás Waltersdorf