Leer y escribir para aprender:
Textos que reflejan el trabajo de un aula donde se lee para aprender y se escribe para mostrar lo aprendido.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Escribir como lector: la picaresca


La novela picaresca

     Los últimos años del siglo XV y durante el siglo XVI, período caracterizado por los avances científicos, el crecimiento del capitalismo y todo lo que este conlleva (surgimiento de la burguesía, pensamientos individualistas) definieron nuevas formas de pensar del hombre con respecto a sí mismo. La novela picaresca surge en 1554 con la publicación de Vida de Lázaro de Tormes, de sus fortunas y adversidades, y se caracteriza por contar las aventuras de su protagonista ,el pícaro,y cómo este  pasa de amo en amo, en  su lucha por  sobrevivir. Este tipo de novelas toma forma autobiográfica y construye una crítica y sátira social, en la que, a través del pícaro,  vemos representados los problemas que afectan a las nuevas sociedades. 

    A partir de la lectura  del primer tratado de El lazarillo de Tormes  se nos propuso como actividad de escritura la redacción de un segundo tratado. Este nuevo texto debía mantener  las características del género y podía presentarse como una continuación del primero que concluye con el abandono de Lázaro de su amo, el ciego, a causa del maltrato o bien, ser la trasposición de la historia a la actualidad. 

Santiago Gliosca





     Al llegar a Torrijos, supe que debía encontrar alguna forma de conseguir comida, y un lugar para pasar la noche. Paseándome por el pueblo, cerca del mercado, noté a un misterioso hombre con una larga capa debajo de la cual parecía esconder algo. Quedé intrigado por su extraño comportamiento, cuando lo vi parado al lado de un cajón de papas, así que me quedé observándolo. Cuando el vendedor distrajo la vista, con un rápido ademan, sacó de debajo de la capa una bola de lo que parecían ser hojas u otras hierbas cubiertas con barro, que asemejaban la forma de una papa. Sin que el comerciante lo notara, intercambió una de las papas por este bulto cubierto de barro. Fue entonces cuando pensé que si ese misterioso hombre podía conseguir comida tan fácilmente, era a quien debía acudir para satisfacer mi hambre.
    Lo seguí hasta lo que parecía su casa y conseguí hablarle, pero no conseguí la respuesta que esperaba. Lo que me ofrecía este hombre no era una tutoría similar a la del ciego, en la que él me daba alimento, aunque sea en cantidades minúsculas, sino que esperaba de mí, la misma ayuda que venía buscando. Yo, ya no era un niño para que estén cuidando de mí, sino que debía también practicar sus ingeniosas hazañas, también conocidas como “robar”, para conseguir alimento. Ambos debíamos hacerlo por ambos. Dudé al principio, pero luego pensé “después de lo que pasó con el ciego, lo tengo muy claro, lo más importante es sobrevivir”, por lo que no me importaba cometer algunos delitos para lograrlo.
De esta forma, me quedé viviendo en su casa, y ambos salíamos a ingeniárnosla para sobrevivir. Entre los distintos robos, algunos pequeños y otros de mayor escala, comencé a notar que nuestras “ganancias compartidas” eran menores, el alimento cada vez nos rendía menos. Y fue entonces cuando noté las intenciones de este ladrón.
    Un día, noté a un hombre caminando con una bolsa similar a la que utilizaba el ciego para guardar la comida, y me propuse obtenerla, esperando dentro algo para alimentarnos. Conseguí obtener la bolsa completa, realizando un pequeño corte en la cuerda que la sostenía su cintura. Luego de robarla, siguiendo los pasos de mi antiguo amo, revisé y memoricé todo su contenido antes de entregársela a mi compañero. Luego de unos momentos, éste me devolvió la bolsa diciendo “ahí dentro está tu parte”. De los cinco trozos de pan que había contado en la bolsa, solo había uno pequeño, acompañado de unas cuantas migas. Ignorando completamente mis quejas, sostenía que siempre repartía las ganancias de forma equitativa, y que era yo quien estaba queriendo robarle a él, robando comida antes de entregarle la bolsa.
Casos similares se repitieron en otras ocasiones, y mi enojo hacia el ladrón iba aumentando. Su avaricia lo había llevado a traicionar nuestro acuerdo, pero era de esperarse de un hombre como él. Tanto era el enojo hacia mi compañero, si podía llamarlo así, que a la primera oportunidad que tuve, efectué mi venganza.
Habíamos planeado un robo a una caravana que llevaba sacos de grano de la ciudad al molino cercano. El plan era sencillo, mientras uno de nosotros causaba alboroto cerca del camino para obligar a los conductores a abandonar el carro, el otro subía a uno de los carros y obtenía la carga. Obviamente, el trabajo de causar el alboroto se me encargó a mí, de forma que no pudiera ni acercarme a la carga hasta que no la tuviéramos en nuestra posesión.
    Cuando llegó el momento de actuar, sabía que debía ingeniármelas para conseguir vengarme de este ladrón. Obviamente, el carro más fácil de robar, era el último de la caravana, ya que es el menos notable para el resto de los carros. La estrategia era la siguiente. Él se adelantaría al último carro, manteniéndose siempre entre éste y el penúltimo, esperando mi distracción, para tomarlo. Cuando me dirigía hacia el carro, pasé por detrás sigilosamente y corté las cuerdas que aferraban la carga, y seguí con el plan, creando la distracción. Solamente tuve que lanzar un par de piedras a los conductores para lograr que abandonaran el carro y comenzaran a perseguirme hacia los árboles.
    Pude perderlos rápidamente y volví hacia donde se encontraba el carro. Al verme, mi “compañero”  salió con el carro a toda velocidad, en un intento de obtener todo el alimento para él. Tan velozmente se alejó que no prestó atención a la carga, que no estaba aferrada al carro  e iba tirando por el camino.
Así fue como logré engañar al ladrón, y tomé como mi último delito, uno de los sacos de grano que cayeron en el camino, y emprendí el regreso a Torrijos, donde debía comenzar a buscar otra forma de sobrevivir. Una forma que no requiera robar o engañar para hacerlo, o al menos no en la medida en la que lo estaba haciendo.

Santiago Gliosca