El
automóvil
Por Valentín Palavecino
Estar en este bar, me enseñó que no todo
tiene lógica, que no sabemos con quién hablamos y que no sabemos todo. Pero de
algo yo estoy seguro: ellos existen, y van a imponer muerte hasta que alguien
diga “no”, lástima que este hombre también cayó...
El
ultimo día de mi vida, a la noche, un hombre entró a mi bar:
-Buenas
noches.
-Buenas
noches señor, ¿frío, eh?
No
respondió, solo se quedó mirando el reloj que colgaba de una pared, como
buscando una respuesta a una pregunta, esa respuesta era las once.
-
¿Anda bien ese reloj?-preguntó
-
Sí señor, habrá alguna diferencia de cinco minutos pero nada más.
-Ah-
respondió, parecía estar confundido-¿me da un café?
-Sí,
está bien. Y algo para acompañar… ¿una ginebra?
-Sí,
por favor.
-¿Copal
o María Santa?
-Copal.
-Bien,
sale una ginebra y un café.
-Gracias.
Este hombre tenía una cara serena, pero
parecía que debajo de esa careta escondía algo, algo que trataba de olvidar.
Así que con duda le pregunté:
-¿Cómo
se llama usted?
-
Yo…Raúl Montes-dijo
Ese
nombre me hizo acordar a alguien:
-Montes…Montes…
¡Ah, sí! Esteban Montes-añadí.
-Esteban
Montes… ah, mirá, ese es el nombre de mi viejo. ¿Usted sabe cómo es?
-Eh,
pelo corto y oscuro, medio flaco y alto, tiene orzuelos en las mejillas y ojos
un poco saltones.
-Es
parecido a mi papá.
-Ah,
mire usted-le dije mientras estaba le estaba sirviendo la ginebra y el café. Se
estaba poniendo nervioso; se tomó un trago de ginebra apenas se lo serví, como
tratando de calmarse. Él susurró:
-Este
día se está poniendo cada vez más raro.
-¿Por
qué?-pregunté.
-
Cómo explicarlo. Venía caminando por la ruta cuando vi al costado de esta el
auto de una pareja que parecía que se iba a casar y lo que parecía ser unos
parientes de ellos, tal vez los padres de los novios. Me preguntaron si les
podía dar una mano y acepté, pero de repente todos se subieron y me dejaron a
mí para que empuje el auto solo. Empujé el auto unos metros hasta que me di
cuenta de algo: el auto había cambiado en algunos detalles, en especial la
matrícula, parecía de otro año. Pero esto no era todo, cuando me fijé adentro
del auto me puse pálido, no había nadie. Empecé
a correr como un demonio hasta llegar a acá. Y bueno ahora estoy acá.
-
¡Ay, dios mío!-exclamé.-Una pareja que iba para su casamiento terminó muerta a
causa de una falla en el motor, la gente dice que alguien lo hizo a propósito.
Le
mostré un diario con la foto del auto y
el artículo donde hablaba sobre el accidente. Estaba pálido, temblaba un montón
pero no se fijó en eso, se fijó en la fecha. Tartamudeando dijo:
-Esto
no puede ser. ¡Acá dice 1934! ¡No estamos en esa fecha!
-Hombre,
claro que estamos en esta fecha, este es el año 1934.Usted está medio mal.
-¡No…!¡No!
No es verdad…! No es verdad!¿Qué está pasando?
De
repente noté que su piel se resecaba y
se pudría. Entre gritos y sollozos término volviéndose polvo.
-Otra
víctima,-murmuré.-La maldición sigue en pie.
Tocaron
las doce en la iglesia, y ahí estaban, mirándome con ojos ensangrentados. Eran
ellos y venían a buscarme. Estaba paralizado, asustadísimo y pálido cuando noté
que mi piel se estaba empezando a resecar.
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LEGADO
DE UN ASESINO
Por Lucas Cáceres
Era
una noche común como otras, hasta que lo
vi entrar. Estaba sucio y pálido, parecía asustado como si hubiera visto algo
perturbador. Después de entrar rápidamente tomó asiento y me llamó. Me preguntó
si andaba bien el reloj, y le dije que sí. El reloj marcaba las 11:05. Después
me pidió un vaso de ginebra, y dijo que quería olvidar. En un principio pensé
que se estaba haciendo el dramático, pero luego me di cuenta de que lo decía
muy en serio. Acto seguido le serví el vaso de ginebra y me alejé. Cuando
terminó su bebida, dijo que algo veía tras de él, algo del pasado. Pero
cuando quise echarlo del bar pensando
que él había enloquecido, llegué a
escucharlo decir algo sobre una familia
que aparentaba ir a un casamiento y que los vio desaparecer. Me di cuenta de
que yo sabía qué le estaba pasando, y lo que le dije fue:
-Por
esa carretera había viajado una familia
que iba al casamiento de una pareja amiga. Resulta que cuando estaban llegando,
se les agota el combustible. Pero justo pasaba alguien caminando. Al principio no habían advertido de quién se trataba. Esta persona dijo que
los iba a ayudar, pero cuando se dieron cuenta de quien se trataba, él disparo
y los mató. Nunca se supo por qué lo hizo, pero aún no lo han atrapado, y todo
aquel que pase por allí y vea lo que usted vio está destinado a morir.
Cuando
le terminé de decir eso, él salió corriendo desesperado diciendo que
desperdicio había sido su vida. Eso fue lo último que supe de él oficial, ¿me
puedo ir?
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El Misterio del automóvil
Por Facundo Fernández Blanco
Ahí
estaba yo, escuchando las agujas del reloj mientras acomodaba las sillas.
Cuando entro un hombre pálido, mojado, embarrado, asustado y tembloroso que se
hacía llamar Raúl Montes. Se sentó en la primera silla que vio y me acerque
para darle la bienvenida:
-Buenas
noches-dijo
-Buenas
noches, frío ¿eh?-
En
ese preciso momento fijó su mirada en el reloj de la pared y me preguntó:
-¿Anda
bien ese reloj?-
-Sí,
señor, por lo menos… Habrá quizás una diferencia de cinco minutos, pero nada
más.
Luego
de eso miró su reloj, me pidió un café con ginebra y cuando se lo llevé lo veía
muy tembloroso, entonces le pregunté:
-¿Se
encuentra bien?
-La
verdad, me acaba de pasar una cosa muy extraña.
-¿Qué
pasó?
-Venía
caminando por la ruta cuando me crucé con una
pareja yendo para su boda y con los padres de la novia. Me pidieron
ayuda porque su auto se había descompuesto y necesitaban empujarlo. Yo accedí.
Cuando estaba dispuesto a empujar con la ayuda de los otros dos hombres, me di
cuenta de que estos ocupaban su lugar en el vehículo. ¡Qué descortés!, pensé,
pero aún así comencé a empujar. Luego de unos metros, miré hacia el interior
del vehículo y no había nadie. Sus ocupantes habían desaparecido. En ese
preciso instante vine corriendo hasta la ciudad en busca de un refugio y
encontré este almacén.
-Hay
una historia que creía que no era verdad hasta ahora. Esta decía que hace unos
treinta años, por lo menos, una pareja y los padres de la novia estaban yendo a
su casamiento y que se les descompuso el auto. Estaban esperando a que pasara
alguien para ayudarlos pero no sabían quién iba a ser esa persona… Cuando al
fin alguien estuvo dispuesto a ayudar, resulta que era un asesino que vio cosas
de valor, en el auto, este los mató, y desde entonces se dice que sus espíritus
se encuentran en ese lugar esperando a que alguien los ayude. Tú eres la
séptima persona que viene a mi almacén en busca de refugio por lo mismo.
-Y,
¿qué les pasó a los otros seis?
-A
la semana siguiente se encontraban frente a un psicólogo ya que todos creían
que estaban locos.
Una
semana después, como me lo imagine, Raúl Montes se encontraba en el psicólogo,
junto con los otros seis…
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